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  • Texto y Foto: Mayra Pérez Cuautle

Adaptarse o morir en el intento: entre Francia y México

Hace un año decidí dejar México para continuar mis estudios en Francia. Esto me ha permitido conocer una nueva cultura, pues tuve que comenzar desde cero. Conforme el tiempo ha ido avanzando he aprendido cosas nuevas y siempre hay algo que me sorprende. En el tema de la comida tuve que adoptar nuevas prácticas alimentarias ya que aquí no se encuentran tan fácilmente los ingredientes que hay en México, por ejemplo el maíz. Y por otro lado, tuve que comenzar a probar nuevos productos para incluirlos en mi dieta, que ha decir verdad, me han fascinado. En estos ires y venires, siempre hay comparaciones, donde suelo decir: -No es como en mi país o -¿Por qué no tenemos esto allá? Es por ello que me gustaría compartirles algunas de las cosas que más me sorprendieron y a las que me tuve que adaptar.


Horarios y cantidades


Resulta que los horarios de comida en Francia son muy específicos y prácticamente todo gira en torno a ellos. El desayuno se toma entre 8 y 9 de la mañana, la comida a las 12 de la tarde, máximo a la 1 y la cena, un poco más flexible, a partir de las 7 pm. Acostumbrarme a ellos fue todo un reto, pero prácticamente estaba obligada pues así se organizaban los cursos en la escuela. A ello, hay que agregar que la estructura de los platillos es muy diferente, por ejemplo para el desayuno sólo se acostumbra un pan (chocolatine, croissant) con café y jugo. Es muy raro observar a gente que coma más de eso. En cambio, en México pensamos en el desayuno como la comida más importante del día, entonces solemos comer chilaquiles, tortas de tamal con atole, o huevo en todas sus variantes. Al medio día, la comida que se ofrece en la cafetería aún sigue la estructura clásica francesa de entrada, plato fuerte y postre, a pesar de que ya se está perdiendo. Y la cena suele ser muy variada y a veces hasta pesada.


Comer solo


En Francia se valora mucho el comer juntos pues la mesa representa un espacio simbólico donde se comparten valores e identidad. En los restaurantes es muy raro observar a la gente comer sola y, desde mi perspectiva, te ven muy raro si llegas y pides una mesa para uno. Asimismo en las familias, todos se sientan a comer al mismo tiempo para charlar sobre su día a día o discutir sobre los temas de relevancia. Es por ello que se toman en serio su tiempo para comer y se molestan si es modificado. De hecho tienen un tiempo antes de la cena para convivir y abrir el apetito al cual llaman “l’apero”. En México, es más normal ocupar una mesa solo, es algo a lo que ya estaba acostumbrada y cada vez menos personas te observaban feo. Creo que de vez en cuando es bueno experimentar el comer solo.


¿Para ir comiendo? IM-PO-SI-BLE


“¿Lo quiere para comer aquí, para llevar o para ir comiendo?” Esta frase me encanta porque implica toda una identidad alimentaria en México, pues nuestro estilo de vida tan acelerado (y nuestro antojo a todas horas) ha hecho que busquemos nuevos espacios para comer, los cuales suelen encontrarse en el camino tan largo de la casa al trabajo o viceversa. Ya sé que es molesto que alguien se suba al transporte público y descubra el olor de su torta de huevo o de los chilaquiles, pero ¿si es el único horario en el que puede comer? Terminamos aceptándolo. En cambio en Francia, siguiendo con la idea de que la mesa es un espacio simbólico, es casi imposible que la comida te la ofrezcan para ir comiendo, allá uno si la adapta a este formato, por ejemplo los sándwiches. Muy pocos franceses comen en el metro, en el auto o mientras caminan. Aquí se dedica el tiempo y el espacio adecuado para realizar este acto, pues cuentan con él.


Comida callejera


Creo que lo que más me ha pesado de dejar México es la comida callejera, esa vasta variedad de alimentos que uno se puede encontrar en cada esquina y que suele tener un precio muy accesible, ya sea para realizar una comida o para apaciguar un antojo. Aquí la comida callejera es contada y está muy controlada. Hay algunos foodtrucks de comida internacional, que se instalan en lugares específicos, hay carritos que venden crepas y bicicletas donde ofrecen jugos o cafés. También existen en menor cantidad quioscos donde se pueden encontrar helados durante el verano. Pero si se busca comer fuera generalmente se hace en un restaurante, donde los precios son casi estandarizados pues van desde los 10 y 15 euros al medio día, y los 12 y 20 euros en la tarde.


Respeto a las estaciones del año


En México tenemos platillos que se venden sólo en ciertas épocas y que sólo los valientes se atreven a tenerlos todo el año, como los Chiles en Nogada, el Pan de Muerto o la Rosca de Reyes, pero las otras comidas se encuentran todo el año. Aunque haga calor, siempre será posible encontrar los ingredientes para preparar un caldo o un mole de olla, así como también encontraremos atole en las mañanas, a pesar de preferirlo en época de frío. Esto sucede completamente diferente de este lado, pues se toman muy enserio las temporadas. Cuando estaba realizando las entrevistas para mi tesis, una chica mexicana me comentó que se sorprendió cuando en el súper le dijeron que no había chorizo porque ¡NO era temporada! - ¿Perdón? – Sí, no era temporada de barbecue, entonces no había razón para vender chorizo. Por otro lado es muy difícil encontrar los platillos de invierno como la Raclette o la Tartiflette durante el verano, porque ¡¿cómo comerlos?! Respecto a las frutas y verduras, la gama no es tan amplia y se reduce en época de invierno, por lo que hay que aprovechar las que aparecen entre abril y septiembre.


De esta forma he pasado de la sorpresa a la aceptación, pues si no modifico mis hábitos es casi imposible que sobreviva de este lado. Esto no quiere decir que no intenté realizar alguno que otro platillo mexicano o que no sufra cuando veo los videos en Facebook de comida mexicana, pero al final uno termina acostumbrándose. Entre menos se piense en ellos mejor se sobrevive y digo… hay que aprovechar que ya estoy de este lado.



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