- Natalia P.; Foto: Leonardo Velázquez
De Magia y Mesa

En el conocido mercado de “Sonora” ubicado en la Ciudad de México converge lo humano y lo sobrenatural, en este lugar se puede adquirir cualquier material para realizar ritos, hechizos; aquí acude quien desee tener el amor para siempre de la pareja, quien busque que la suerte laboral mejore o simplemente quien necesite una lectura de tarot confiable, es un espacio que permite a la esperanza de lo inalcanzable adquirir materia y forma; en sus largos pasillos las figuras representativas de la Santería miran a los visitantes escrutando sus deseos no revelados, mientras los curanderos gritan sus facultades esotéricas.
Probablemente doña Consuelo o la hermosa Aura, del escritor mexicano Carlos Fuentes, visitaron este lugar para mantenerse con vida la una a la otra y para que Felipe Montero llegara a la calle de Donceles # 815 para terminar las memorias del General Llorente. En esta casa oscura y húmeda que habitan las dos mujeres, se convive con conejos, gatos y hay que destacar que la presencia de ratones no produce repulsión; la cena habitualmente consiste en riñones en salsa de cebolla, tomates enteros asados y un vaso de vino. Felipe suele tomar el café frio mientras fuma un cigarrillo y piensa en los verdes ojos de Aura.
A pesar o quizá gracias al menú diario, Felipe se enamora de la joven, con tal fuerza que no escapa despavorido de la casa cuando se da cuenta que los movimientos simultáneos de la anciana y la joven no son una coincidencia, ni son el enajenamiento de la segunda, sino la natural expresión del brazo cuando la mente le envía una orden, es la manifestación del mismo ser.
Un platillo servido es capaz de producir un embelesamiento semejante a lo que produce para el “devoto” el sacrificio de un macho cabrío. En algún momento de la vida el ser humano experimenta esa devoción, cuando los sentidos experimentan el placer del paladar, surge una sinergia con el entorno, con los otros, con el cocinero, con la vida. Prueba de ello son frases de sabiduría popular “el amor entra por el estómago”.
Doña Consuelo debería haber acudido a un cocinero para enamorar a Felipe, en la entrada del mercado de Sonora deberían los cocineros vender sus mejores recetas garantizando el amor a chicos y grandes, jóvenes y viejos, hombres y mujeres; con ello ya no se necesitarían fotos, brebajes camuflados o ropa interior del amado; bastaría un buen nixtamal, una cazuela de barro, una salsa de molcajete y al cocinero gritando: “!señora, señor haga que vuelva el amor, amarres, amansa guapos, vuelve a mí, ya no sufra más!