- Natalia P.
El sabor del nuevo mundo

Al pensar en un ser mitológico, en un súper héroe, en una caricatura o en un alebrije, podría autoproclamarme como un individuo creativo, ingenioso e innovador, sin embargo la realidad es que nada escapa a la realidad, todos los seres fantásticos e inverosímiles nos remiten a lo que existe de manera parcial o total en nuestro mundo, puedo juntar como si se tratase de un rompecabezas mal hecho distintas partes de distintos seres y conformar un licántropo con alas o un hipopótamo que brilla en la oscuridad y que lee a Sartre, es decir, no podemos pensar algo inexistente, necesariamente lo que ocurre en nuestra mente es resultado de nuestras percepciones sensoriales y dando una estructura lógica “es imposible pensar en el no-ser”.
Bajo la idea expuesta anteriormente podemos suponer el impacto que resultó ser para indígenas y españoles el contacto mutuo, conocieron un mundo que ni siquiera lo habrían pensado, no por faltos de imaginación, sino por la ausencia dentro de su mundo, testimonio de este choque es el texto Historia General de las cosas de la Nueva España de Fray Bernardino de Sahagún, misionero franciscano que en 1529 inicia la recopilación de información sobre el Nuevo Mundo, proceso que tardó 30 años.
Sahagún describe la maravillosa fauna que habitaba en América, las plantas comestibles como la acelga o los chiles, el comportamiento de la población en el “tianguiz”, el modo de preparar el “Atulli” frío o caliente, hecho a base de maíz y miel, el “cacao” mezclado con maíz, preparado de manera que resultaba un líquido espumoso que bebían y tenía buen sabor, las frutas semejantes a las que él conocía como cerezos “capuli” o la gran variedad de tunas que existían en este continente. Probablemente la riqueza natural de América no nos sorprenda y ni siquiera despierte nuestra curiosidad por saborear el “atulli”; quizá debido a que estamos acostumbrados a pensar el mundo tal y como lo conocimos, sin embargo no siempre ha sido así, había elementos que para algunos hombres eran inexistentes, por lo tanto impensables.
En una jerarquía de valores podríamos colocar como aquellos de más alto nivel la riqueza natural y cultural que existía en América, justo en el lugar en donde cada uno de nosotros vive e interactúa todos los días, para ello basta pensar que ni viviendo dentro de una película de fantasía o de ciencia ficción podríamos sentir el impacto de encontrarse con lo hasta entonces inexistente, sería como un despertar para darse cuenta que la “nada” está frente a mi puerta.
Natalia P.