- Maria Huet
Desculturación: cambios en la alimentación en México
Durante muchos años, los esfuerzos de la gastronomía mexicana han apuntado a que ésta sea reconocida a nivel mundial. En el año 2010, la comida mexicana fue declara patrimonio de la humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). No cabe duda de que la imperante carga cultural que la comida tradicional mexicana lleva consigo, ha permitido que sea vista con ímpetu y como herramienta para fortalecer la identidad nacional. La cocina forma parte de la cotidianidad en la vida social y no se exenta de ser calificada como un fenómeno cultural y de identidad nacional.
En el ámbito sociológico, para Levis Strauss la comida se ha dejado de ser una necesidad biológica para convertirse en un comportamiento cultural. Desde una visión antropológica, las prácticas alimentarias tienen una función social que se dejan entrever a través de los hábitos y de las costumbres de una cultura. Sin embargo, las actuales tendencias alimenticias crean nuevos debates en torno a dos componentes esenciales dentro de la cocina: lo social y lo cultural. Por una parte, se puede hablar de un proceso de desculturación; un concepto aplicado por Oliver Roy, especialmente, a teoría de las religiones.
Para Roy, la desculturación se refiere a que “la religión ya no se practica en una sociedad tradicional. Es una religión de renacido; es decir, de gente que vuelve a lo religioso sobre una base individual. No es una religión de su familia o de su país de origen. Es una reconstrucción.” Podríamos trasladar esta idea al campo de la alimentación; donde la forma en que ésta se lleva a cabo se ha convertido en una adopción individual. Hoy en día, las prácticas alimentarias, desde la producción hasta el consumo, se han modificado
En los hogares mexicanos, particularmente en ciudades como la CDMX, paulatinamente se han dejado de cocinar platillos tradicionales. Se ha optado por nuevas tendencias como los productos orgánicos, los snacks o la comida rápida, entre otras. A este fenómeno no ha sido ajeno a ningún estrato de la sociedad mexicana y ha cobrado fuerza en las últimas décadas.
Hoy en día, las grandes corporaciones extranjeras son las más consumidas por el mexicano promedio. Además de que los pedidos a domicilio son, principalmente, de consorcios extranjeros. Por otra parte, las nuevas tendencias alimenticias como el veganismo, el “gluten free” o las dietas depurativas a base de smoothies; provienen, nuevamente, de otras partes del mundo. Sin duda, estas modas crean un nicho de consumo, con un mercado en crecimiento, destacando que su expansión ha sido, sumamente, vertiginosa.
Otro fenómeno ha sido el de los alimentos modificados genéticamente. Los cultivos transgénicos han sido un instrumento clave para facilitar la mayor concentración corporativa de la historia de la alimentación y la agricultura. La producción de semillas mediante la biotecnología, impulsada por un puñado de poderosas empresas transnacionales, ha abierto a la agroindustria, el camino a gran velocidad; además de que se ha convertido en un multimillonario negocio. Desgraciadamente, México ya no es un país autosuficiente en el ámbito alimentario ya que gran parte de la canasta básica se importa. Asimismo, el plan de acción de la renegociación del Tratado de Libre Comercio pone en riesgo la preferencia de productos de productos de origen extranjero. Recordemos que, desde sus comienzos, la firma del TLCAN ha sido, fuertemente, criticado por abrir sus puertas a empresas extranjeras para brindar mayor estabilidad económica entre Estados Unidos, Canadá y México y dar más facilidades a empresas foráneas. Igualmente, también se presta a que las tendencias de otros países puedan instalarse en nuestro territorio con mucha facilidad. Sin embargo, lo primordial de este breve análisis refiere a que al momento que se diluye identidad nacional en términos gastronómicos, la estabilidad económica se estanca ya que la primera refuerza a la segunda. La desculturación de la comida tradicional mexicana afecta en la medida en que se transforman los hábitos alimenticios de la población; se adoptan otras costumbres, además de que el acto de cocinar de manera doméstica ha perdido relevancia.
El éxito de la comida rápida, para una población cuyo ritmo de vida se ha acelerado, o la industrialización de alimentos dirigidos sectores que quieren cuidar mejor su salud, han relegado a los alimentos tradicionales a un plano secundario, a la vez que han alejado a las nuevas generaciones de las estufas y fogones.